Durante las tres décadas de vida de creativa que Manuel Vázquez, en las que llevó a cabo “La familia Cebolleta”, sin duda una de las hechos que quedaron en el subconsciente de la población lectora española de tebeos, fue esa pesadez que el abuelo Cebolleta empleaba para contar su “batallitas”, y dejar apesadumbrado a todo aquel que se pusiera en su camino; él no aspiraba a ningún bien material, sólo quería que le hicieran caso.
Historias en las que daba todo tipo de detalles de guerras en las que ni había estado, pero que vivía con gran intensidad al relatarlas, principalmente a Rosendo, al que tenía mortificado persiguiéndolo en cualquier momento, hora o lugar donde se quisiera esconder para no aguantar la retahíla del dichoso abuelo. Relatos de “batallitas”, que se habían producido en siglos como el VI, VIII o el XV; circunstancia que hacen imposible que el abuelo, hubiera vivido esos acontecimientos históricos. En el mejor de los casos, el anciano pudiera tener aproximadamente unos 80 años, en el momento de la creación gráfica en 1951. Así revueltas como la de los cipayos en la India (1857-1859), en el que dice haber estado al frente de 9.070 de ellos, hace imposible su participación en dicha contienda, al igual que otras, sí cabría la posibilidad, como la primera guerra sino-japonesa (1894-1895), la guerra de Cuba (1898) o la I Guerra Mundial (1914-1918). Otro de los hechos que se jactaba en alguna ocasión, era haber conocido a los mismísimos Bonnie y Clyde (1931-1935), dos famosos atracadores durante la Gran Depresión de Estados Unidos en la década de los años treinta. Así de esta manera con su interminable verborrea, el abuelo sometía concienzudamente a sus víctimas, aunque para ello tuviera que atarlas o arrinconarlas de alguna forma, aunque fuera en un hoyo.
Historias en las que daba todo tipo de detalles de guerras en las que ni había estado, pero que vivía con gran intensidad al relatarlas, principalmente a Rosendo, al que tenía mortificado persiguiéndolo en cualquier momento, hora o lugar donde se quisiera esconder para no aguantar la retahíla del dichoso abuelo. Relatos de “batallitas”, que se habían producido en siglos como el VI, VIII o el XV; circunstancia que hacen imposible que el abuelo, hubiera vivido esos acontecimientos históricos. En el mejor de los casos, el anciano pudiera tener aproximadamente unos 80 años, en el momento de la creación gráfica en 1951. Así revueltas como la de los cipayos en la India (1857-1859), en el que dice haber estado al frente de 9.070 de ellos, hace imposible su participación en dicha contienda, al igual que otras, sí cabría la posibilidad, como la primera guerra sino-japonesa (1894-1895), la guerra de Cuba (1898) o la I Guerra Mundial (1914-1918). Otro de los hechos que se jactaba en alguna ocasión, era haber conocido a los mismísimos Bonnie y Clyde (1931-1935), dos famosos atracadores durante la Gran Depresión de Estados Unidos en la década de los años treinta. Así de esta manera con su interminable verborrea, el abuelo sometía concienzudamente a sus víctimas, aunque para ello tuviera que atarlas o arrinconarlas de alguna forma, aunque fuera en un hoyo.
Todas estas aventuras del abuelo Cebolleta, calaron hondo en la sociedad española, haciendo referencia a él, cuando algún adulto harto de escuchar y aguantar el rollo de otra persona, venía a decir: “¡Anda qué pareces el abuelo Cebolleta!”. Frase con la que el individuo o víctima en cuestión, quería hacerle notar su pertinaz charla, harto ya de escuchar un sin fin de palabrerías, que no conducían a nada. Hoy gracias a la recuperación por parte de Ediciones B, de “La familia Cebolleta”, los lectores actuales pueden comprobar fehacientemente las geniales andanzas del abuelo más genuino, el amigo Cebolleta.